viernes, agosto 15

Le gusta hacer el amor con hombres y mujeres en estas húmedas noches de viernes. Por su ventana puede ver las gotas mojar los techos de lámina de una vecindad y las hojas de árboles que son torpes y grandes y verdes como verdes son los ojos de Silvestre que se arranca cuando está enfermo y ya no quiero ver el cielo ni pensar en el universo que es eterno como eterna es la ansiedad que siente por conocer la eternidad, pero Silvestre, no puedes, no puedes ir allá, está reservada para los peluches o los cuadros o los clavos que contemplan vida desde la impasibilidad de la observación inerte y sabia de la naturaleza que muere y se concreta en sencillas cosas de metal y de madera. Te quiero Silvestre, tanto te quiero cuando duermes que te apreció como sólo pueden apreciarse las cosas maravillosas. Te besaría y estrujaría, pero no puedo. Te quiero.

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